Desde marzo, he pasado por varias etapas o estares personales.
Mantener la actitud en cada uno de ellos no es nada sencillo. Me pongo como ejemplo yo, pero yo soy cualquiera de vosotros en mayor o menor medida.
Para mì la primera etapa, primeros meses de confinamiento antes del verano, fueron momentos de introspección, también como buena resiliente de creación. Como persona resiliente acostumbro a crecerme ante las adversidades, es lo que uno aprende de pequeño de ellas.
En los primeros meses y desde mi introspección podía sentir un acompañamiento generoso por parte de todos, música desde los balcones, sonrisas a través de las pantallas, calor humano, casi también, así me lo transmitan las distintas instituciones.
Pero llego el verano, y cansados, saturados de todo lo anterior. Para mi de forma sutil algo cambio. En las personas y sociedad.
Es difícil mantenerse en la frustración, así que lo normal es escapar de ella, a la mínima que uno pueda.
Y pasaron los meses de verano y de nuevo desde el otoño nos sentimos como en primavera, sólo que sin la esperanza que está genera.
Y ya no tenemos tantas sonrisas ni amabilidad, ni personas ni instituciones, es como si hubiéramos entrado en un estado de pánico encubierto, ese que nos aboca al yo primero...
Y desde el cual la estabilidad es compleja.
Cómo mantener la actitud, en está sociedad compleja, en este futuro incierto, en este presente efímero. ¿Cómo?
Para mí o lo que a mí me sirve. Es simplemente el ahora. No puedo darme el placer de pensar en un mañana que no sé cómo estará, se escapa de mis manos el mañana. Todo va a una velocidad no controlable para casi nadie, y lo único para mí seguro es el, ahora.
Y en el ahora construyo mi bastión, mi estructura, mi estar cuidado, y cuidado de cualquier tipo de intromisión que pueda abocarme a la frustración, a la impotencia, al no poder o saber.
Para mí este bastión es mi forma de cuidarme, mi forma de aportarme seguridad, porqué no hay nada en el exterior que en este momento me la dé.
Desde mi ahora, y mi tranquilidad, sé que tendré muchas batallas perdidas, injustas, deplorables, lo sé.
Pero también sé que ninguna de ellas, deberá mover un ápice de mi tranquilidad, sí así lo hacen, las dejaré pasar. Y no, no es una renuncia. Para mí y en estos momentos es un cuidarme, cuidar mi emoción, mi persona, mi salud.
A veces, demasiadas veces, el exterior se desvanece, el mañana también, las personas. Pero nosotros no, es nuestro deber cuidarnos a nosotros mismos. Y nuestra única opción de salir más o menos cuerdos de este hoy atroz en el que se nos ha introducido.